lunes, 24 de noviembre de 2014

Le deuxième jour...

El pueblo de destino resultó ser una "cucada" con su castillo de cuento en la entrada del puerto, con sus veleros antiguos adornando el paseo marítimo, las fachadas antiguas y tan...bretonas y la iglesia con su torre gótica o neo-gótica coronando un salteado de tejados que se van superponiendo en su descenso al mar. De película.
El segundo día, tras un ataque optimista y en vista de que el verano seguía apareciendo cada mañana, embarqué al koala en su silla y bajo un sol de justicia me decidí a bajar al pueblo. Sin mapa.
Mi buena orientación es inversamente proporcional a mi falta de sentido común y yo que le tengo miedo a nada me meti por el primer camino que vi en cuesta abajo. Di una vuelta...que la propondrán para el próximo tour y lista de mi...ni una botella de agua. Pensé yo..."bueno a ver si por aqui hay un bar o una tiendecilla de barrio". ¡Ja! Ilusa.
Despuès de mucho caminar llegué a un lugar en el que juraría que había estado el día anterior, o en otra vida. Abordé al primer paisano que encontré por la calle y vaya por delante que:"Je suis espagnole et je ne comprends pas". El chico, tan trajeado y repeinado que parecía que iba a tratar de venderme una aspiradora empezó a dar botes y decir:"Oooole toro, ooole, ta-ta-ta(imitando un baile flamenco), paella, costa del sol, tooooro, oooole". Me vi allí, en una encrucijada de caminos, bajo un sol achicharrante con un gabacho que taconeaba y toreaba y me di pena...mucha.
Cuando el chico volvió en sí me indicó que en diez minutos y línea recta llegaba a la oficina de turismo y cuando ya me iba, él se alejaba y gritaba "Agggta luegu, chica".
Llegué a la oficina de turismo, pedí un mapa y un horario de autobuses. Me dijeron que en veinte minutos había uno que paraba allí mismo y me dejaba a un kilómetro de mi "casa". Salí de allí y me senté a esperar el bus. Cuando llegó, casi muero, porque era una furgoneta de 15 plazas a la que había que subir por la escalera, con la silla, el niño...
Menos mal que un señor con pinta de cura (iba vestido de negro) bajó, sujetó al niño mientras yo plegaba la silla y me ayudó a acomodarme donde pude. La busera, iba a toda velocidad por las curvas del pueblo y cuando bajé, abrí la silla, senté al koala y le dijimos adiós a todos los abueletes del bus,  casi vomito en la cuneta del mareo que tenía. Despuès de todo eso tuve que andar un kilómetro hasta el hotel. No pude ni comer. Cuando llegó el pseudo-marido del trabajo yo estaba estirada en el sofá y me dijo: "Venga, ¿a dónde vamos?". "A ningún sitio".

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