lunes, 9 de febrero de 2015

Espein, Noël y el descontrol que lo rodea

Siempre he dicho que no me gustaba la Navidad. Un día cambié de opinión. Porque oye... se puede cambiar, yo no soy anti-sistema por defecto. Si ahora me parece bien digo sí y si no estoy de acuerdo digo no. Por ello no soy menos persona.
El tema empezó a hacerme gracia cuando mon mari se fue a Reunión. La fecha estimada de retorno era Navidad y la idea del reencuentro y la vuelta del almendro, tienen su punto. Desde entonces les tengo cariño, pongo un árbol y me he comprado el Belén de Playmobil. El año en que nació Pablo fue un gustazo y este año pues una auténtica locura.
Cuando estás lejos de tu casa te da igual que sea Navidad, la Ascensión o la Purificación de los Remedios...tú lo que quieres es volver.
Este año, el mon mari tenia dos semanas para irnos así que una vez más,  venga maletas y a viajar. Siempre quieres llevar unos regalitos y unas galletitas y al final, el coche va tan cargado como si te mudases.
Dos o tres semanas antes planificas el viaje. A que hora saldrás, si es mejor de día o por la noche...y al final, el día del viaje, haces como puedes, sales a la hora que cuadra, algunas cosas que has comprado se quedan en origen y tu pensamiento se centra en: llegar a casa. 
La principal preocupación es si tu koala llevará bien un viaje tan largo, tantas horas de coche.
Parece que los niños están hechos de otra pasta y tienen un séptimo sentido. 
El pobre después de  ver el trajín que se traen sus padres ha debido pensar "viendo a estos penitentes, con esos caretos de agobio y preocupación por si las moscas, voy a estar quietecito y callado...". 
Y efectivamente, fue montarlo en el coche y a dormir. Durante horas.
Algo que no hace en casa ni por una docena de bombones.
Cuando te pones al volante y piensas en lo que te espera, empiezas a sudar frío y comienza el recuento: "¿Cortaste el agua? Sí. ¿Cerraste el gas? Sí. ¿Las ventanas están cerradas? Sí. ¿Y la puerta? Sii... ¿Llevas todo? Sí ¿Las llaves de España? Sí (ojalá tuviese yo las llaves de España) ¿Seguro? SI. Vale. Pues vámonos." Ea.
El GPS te dice que por delante tienes muchos kilómetros pero lo más desesperante es ver en la pantalla la hora prevista de llegada. "Dice esto que llegaremos sobre las tres y veinte de la mañana. Pero si son las dos menos cuarto de la tarde...Ya, por eso. Ufff...pues vámonos". Ea.
Llegamos a las cuatro de la mañana. Y lo importante es que llegamos.
Desde nuestra llegada todo son prisas. Todos quieren verte, o ver a tu koala, porque estás muy guapa y todo eso pero tú no les haces gracia. Tu niño sí.
Desde ese momento y en las dos semanas siguientes tienes tal batiburrillo mental que ya no sabes cuando estuviste con quién ni en donde y crees que lo único que has hecho es comer y comer y comer. "Mujer, come que luego ya lo perderás" es la frase que finaliza el año. Lo que no saben los oradores es que en otros países también se come y además bastante bien, por lo que esa frase se convierte en una losa y no pierdes nada sino que ganarás kilos de más como está mandado.
El peor momento es cuando empiezas a despedirte. Los días pasan tan rápido que ni te has enterado. Y empiezas a descartar planes. "No, no podemos. No,  en esa fecha ya no estamos. Sí en dos días ya nos vamos" son frases que se vuelven habituales de tu conversación. "No, no puedo llevarme dos cajas de patatas y un costillar de cerdo" es otra similar a las que acabas pronunciando para finalizar casi todas las conversaciones con "Mamá vamos a Francia, no a Biafra".
Lo bueno dura poco. Empiezas a recoger tus cosas, a hacer tu maleta, a cargar de nuevo tu coche y ese nudo vuelve a instalarse pero en lugar de en la garganta, en tu corazón, porque estás convencida de que cada vez que te marches, se hará un poco más pequeño ya que en cada escapada, en cada viaje, dejas un trocito que ya no te vuelves a llevar. Lo único que esperas es que cuando vuelvas estén todos tus "trocitos".
Y allí, en la soledad de tu cocina, vaciando la nevera, con el eco que se ha instalado en tu casa desde hace unos meses dejas escapar unas lagrimitas para aliviar la pena, que esa nunca viaja con nosotros, aunque vayamos en dirección opuesta.
Bonne nuit.