martes, 31 de marzo de 2015

Reichel, pizza y parking

Volvimos a Espein. Repentinamente. Mi suegro se ha puesto malito y allá que nos fuimos.
Catorce horas de coche con el koala, que se portó de maravilla. El tema es que mi amiga Raquel (Reichel para los de casa...) se enteró de que estábamos allá, en la ciudad donde ella vive ahora y que es la misma que donde viven mis suegros y como el papi esa noche dormía en el hospital, a buscarla nos fuimos el koala y yo para ir a picotear algo, charlar un poquito y despejar la mente.
Lo que sucedió a partir de ese momento fue un cúmulo de situaciones propias de un ser mezcla de Pepe Viyuela y Rompetechos.
La ciudad donde viven mis suegros es bonita, tiene mar, pero tiene muchas calles empinadas y como no estoy acostumbrada a conducir por allí, todo me resulta caótico, pero donde esté San GPS no hace falta nadie más. Allá me fui a buscar a Reichel pero en esta ocasión el GPS me falló y me pasé de largo unos metros. Di la vuelta en un callejón y empecé a jurar en arameo al ver que venía un coche en sentido contrario. Pero no. Uno no...¡venían todos! La que iba en sentido contrario era yo. Marcha atrás y a subirme en la acera. Pasar la vergüenza de que mirasen todos los conductores que pararon por mi culpa pero eso sí ¡con la cabeza bien alta! Que el caos circulatorio de esta ciudad no es responsabilidad mia. Y la ausencia de señalización...tampoco. Al final encontré a Reichel en la acera y nos fuimos a cenar que ya eran horas. Pedimos una pizza mediana y algo para beber. Cuando llegó la pizza podíamos invitar a comer a la tropa de un buque-escuela... era casi tan grande como la rueda de mi coche...bueno, o como la llanta. Uf..madre mia, sudor frio "bueno, comemos hasta donde podamos". Al final yo acabé por comerme el relleno y dejar la base y Reichel por picotear lo que sobresalía por encima. Llegó el camarero y nos dijo: "oh..se la podían llevar para casa, no tenían porque haberla comido toda. Me pareció mucho, pero las he visto tan decididas" Ya...claro campeón, y eso no se te ocurrió decirlo antes. En lugar de camarero es mejor que te hagas psicoanalista. Que te forras...

El tema es que era lunes y claro, los centros comerciales tienen horario diferente por semana así que por inspiración divina se me ocurrió preguntar que a que hora cerraba el parking. Nos dijeron que a las doce y el camarero nos dijo "todavía tienen tiempo para un postresito" (aunque lo que debíamos de haber hecho era pedir el "postresito" y estampártelo, por tu ojo clínico) pero lo descartamos y Reichel se pidió una infusión para digerir el ladrillazo que nos acabábamos de meter... El menta-poleo ó poleo-menta (me ocurre lo mismo con el Nou Camp y el Camp Nou) venía de abrasarte la lengua y perder la sensibilidad durante un mes y Reichel empezó a agobiarse con la hora de cierre y empezó a soplarle a la taza como si las velas de la tarta fuesen de las que no terminan de apagarse. Mientras se bebía a sorbos incandescentes la infusión, vi llegar a un vigilante y activar el bloqueo de las puertas y ahí me entró la prisa. Liquidamos cuenta y salimos por donde habíamos venido. El tema es que al salir por una puerta, salimos a una pasarela peatonal que comunica el centro comercial con la zona vieja de la ciudad y teníamos que entrar por otra puerta similar situada en frente para bajar al parking. Pero estaba bloqueada...ya no se abría...de ahí la maniobra del vigilante. Al querer volver a entrar al centro comercial por donde habíamos salido, no había manera. Desde fuera no se podía. Y ahí empecé a reírme y aporrear la puerta a ver si algún vigilante me escuchaba o si el del control de cámaras me veía hacerle señas mientras Reichel aporreaba los cristales de la pizzería como si de un Walkind Dead se tratase. El doble acristalamiento aísla...pero mucho porque el sopla gaitas que nos sirvió, limpiaba mesas sin percibir que a 5 o 6 metros había dos locas con un carro en el que dormía un bebé, a patadas con los cristales. Por telepatía, o porque le pitaron los oídos de tanto cagarnos en su estampa se giró y nos vió. Yo seguía riéndome y Reichel bajó los brazos que debía de tener dormidos a fuerza de aporrear las ventanas, las puertas y hasta la acera. Nos indicaron la bajada al parking y casi tardamos más tiempo en localizar el ascensor de bajada al parking que en cenar y pelearnos contra la estructura del edificio. No podía terminar ahí la cosa así que nos equivocamos de planta y bajamos a la que no era. Lo supe porque estaba pintada de color verde y mi coche estaba al lado de una columna roja. Menos mal que el parking tiene solo dos plantas y en la planta de arriba las paredes eran rojas. El tema es que al bajar en un ascensor diferente al de subida, me desorienté (como para no hacerlo) y no sabía donde estaba mi coche. Reichel empezó a correr y yo la seguía con la silla del koala, que debía estar en su sueño más profundo porque ni se inmutó. Perdí de vista a Reichel y la escuché a lo lejos y con la repetición del eco decir:"está aquí, está aquí, aquí, aquí". Pagamos y fuimos corriendo al coche. Mientras yo sentaba al niño en su silla, Reichel intentaba, sin éxito, plegarlo. Al darme la vuelta y verla moviendo el carro de un lado a otro, me acordé de Pepe Viyuela y su escalera...¡Reich es auténtica!

Salimos del parking como el que escapa a un Tornado y fui a llevar a Reich a su casa. "Esta ciudad es un asco, está toda en obras, pero mira métete por aquí que no hay problema", me dijo.

"Pero ¿segura que se puede subir?¿y las flechas en sentido contrario?, le dije yo.

"Ay no, es que no se puede subir, da la vuelta, da la vuelta" me contestó Reich.

A lo lejos, en una calle próxima y bajando hacia nosotros, la policía. Tuve suerte, salí del lío como pude y nos fuimos. Muertas de la risa. La dejé en casa, sana y salva, y harta de pizza como un globo aerostático.

Estuve riéndome hasta las tantas, (mientras mi estómago trataba de carburar a duras penas) porque esas cosas solo pasan con Reichel, que es especial.

Gracias Reich, por sacar el lado más divertido de la vida, justo cuando más se necesita.


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