lunes, 16 de marzo de 2015

Ahora sí que je parlais...a base de bien

Hay dos cosas en este mundo que a mi, me sobran.
Una son kilos y la otra es morro.
La primera es complicada de eliminar y es historia de libro entero...y de la segunda, si te lo montas como es debido, puedes llegar a vivir muy bien. No es mi caso.
Desde el primer día que me quedé sola en este lugar, sin coche y con el koala, me dije para mis adentros que tenía que aprender francés.
No quiero aprender el idioma para demostrar nada (como hay alguno por aquí),  no tengo que rendir cuentas de lo que he venido a hacer y si quiero aprender francés, es por mi misma.
Antes de llegar, aquí no conocíamos a nadie. Bueno, sí conocíamos a los otros españoles que han venido un poco antes a lo mismo que nosotros, pero me refiero a que no conocíamos a ningún francés o a ningún compatriota que llevase el tiempo suficiente aquí para saber de que va la vaina.
Algunas familias españolas que están aquí tenían conocidos...que si una prima por aquí, que si una amiga por allá...gente que en un momento dado puede echarte un cabo importante, pedirte cita para abrir una cuenta, avalarte para alquilar una casa...pero es que a los primos que tengo fuera les ha dado por cruzar el charco, no les ha llegado Europa que han decidido, o sus padres en su momento, que América ofrecía más oportunidades y menos inconvenientes con el lenguaje.
Solos los tres y a buscarse la vida lo mejor que sepas. Entiendo a las leonas cuando pelean para defender a sus cachorros y si yo, a mi edad, tengo que aprenderme un idioma (o más) para integrarme y por ende integrar a mi hijo, pues a estudiar lo que haga falta.
Como ya comenté en algún post, los sábados por la mañana re-desayuno con Françoise y parloteamos un par de horas. Son dos horas de las que sacas mucho jugo para preguntar dudas, aclarar conceptos
La naturaleza no me ha dotado de gran belleza física, ni de un cuerpo escultural pero me ha dado unas herramientas que en más de una ocasión me ha sacado de buenos apuros: memoria e improvisación. Por separado son buenas pero si las juntas puedes conseguir casi casi lo que te propongas. Además qué importa que tengas un cuerpazo de escándalo...si no tienes memoria, el día de mañana no te vas a acordar.
Nuestros amigos, dos o tres días antes de venirnos, nos hicieron una despedida muy bonita, quedamos todos, a última hora de la tarde, un día un poco gris de finales de agosto ( gris por las nubes y por nuestro estado de ánimo) en un chiringuito de la playa y nos regalaron un curso de Francés con su libro y sus maravillosos cuatro cedés... Los pobrecicos ya sabían lo que se nos venía encima y la verdad es que, un poco en serio, un poco en broma, acertaron con el detalle. Lo guardo al lado del talismán-diccionario. También guardo la foto que hicimos como recuerdo del momento.
Les echo de menos. Mucho. Y eso que tener un bebé te cambia la vida y ya no quedas tanto y todo eso que ya sabemos, pero sabes que están ahí. Ahora también sabes que están ahí aunque la diferencia es que se esconden bajo un grupo maravilloso de Whatsapp que me provoca un respingo de alegría cada vez que suena. Y es que puede tardar unos días en sonar, pero en el momento que suena...no para. Ellos saben quienes son y a cada uno les mando un beso gigante porque son una de las mejores cosas que tengo en esta vida. Se acabó el momento moñas.
El asunto es que ese libro de francés fue mi compañero mientras Pablo durmió sus siestas de fin de verano. Olfateas un poco el tema de la gramática para ver como se escriben las frases y por lo menos ves que no es algo que varíe demasiado del español.
Un día coincidí en una cena, con una persona que me contó una anécdota que ya había oído más veces a otras personas y que nunca me acababa de creer del todo. Esta persona dijo conocer a otra, de origen polaco, que hablaba perfectamente el español. El polaco en cuestión, le dijo que aprendió nuestro idioma en muy poco tiempo porque cada día aprendía diez palabras diferentes. En un mes son 300 palabras que has añadido a tu cabeza y en un año son alrededor de 3600 palabras... A mí me parecía imposible. Pero no lo es. Ahí es donde entra en juego tu memoria. si escribes diez veces seguidas una palabra, no se te olvidará en mucho tiempo. Y así empecé yo a recordar el nombre de las frutas, las verduras, el coche, la casa, el perro...
Eres extranjero y no hablas bien francés, o directamente no lo hablas. La gente que se dirige a ti acaba por preguntarte lo mismo: Cuanto llevas aquí, cuanto tiempo vas a quedarte, de qué parte de España vienes, a qué se dedica tu marido, es tu único hijo o tienes más, lo llevas o no a la guardería... Y lo mejor que puedes hacer es aprenderte respuestas tipo: Hace x meses que llegué aquí, no se el tiempo que estaré, vengo de Galicia (Con Saint Jacques de Compostelle flipan) mi marido trabaja en un chantier, es mi único hijo y sí lo llevo a la crèche varias veces  por semana... Esas cuatro cosas ya te garantizan una conversación, o al menos que tu interlocutor te entienda. Luego debes hacerte dueño de verbos como meter, poner, buscar, mirar, encontrar y saber, aparte de los clásicos ser o estar.  A partir de ahí entra en juego la improvisación y el morro. Donde más se aprende es en la calle. Así que a practicar con todo aquel que quiera hablarte. Cuando una palabra no te sale...pues usas el Franglisñol (término acuñado por el mon mari) donde el truco es pronunciar la palabra en español pero "afrancesada". Por ejemplo: el verbo esperar lo pronuncias "espere" y voilá...aciertas.
A veces echas mano del Franglisñol y no aciertas, entonces tu interlocutor se queda con cara de momia y tienes que improvisar. Y te ríes y a veces hasta lloras de la risa que te provocas a ti misma y otras veces hasta se ríe el que tienes enfrente aunque no entienda nada. Pero vale la pena, porque equivocándote es como aprendes. Comprobado. Comprobé...que aquí casi todo va con acento en la e.

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