martes, 9 de diciembre de 2014

Gabachiñ@s

Antes de venir...poco interés tenía yo en La France. Siempre he pensado en ir a París pero tampoco ha sido una prioridad en mi lista de viajes. Tenía en la mente el tema de que nos tiraban la fruta en la frontera y poco más. A ver, no voy a decir aquello de la miss sobre Rusia, que es un pais maravilloso, donde se habla ruso y hay ensaladilla... yo conozco brevemente la historia de Francia y datos curiosos e importantes de este país, pero hasta hace tres meses no tenía demasiado interés en lo q aquí se cuece...
Una vez que llegas te vas dando cuenta...a los ibéricos o nos aman o no nos pueden ni ver. Sin término medio.
Cuando en España tuvo lugar, hace un par de meses, el primer caso de ébola, aquí el tema se vivió intensamente. Noticias en diarios, telediarios y hasta la radio tuvo historia con el ebolá...porque aquí lo acentúan en la a.
Una tarde de esas que hace malo, me fui con el koala de compras y después de perseguirle por toda la tienda, conseguí situarme en la fila de la caja. Yo a mi koala le hablo todo el día. Unas veces en castellano, otras en gallego, le chapurreo en francés y le canto en inglés. Un galimatías. Pero nosotros nos entendemos. En esa ocasión, como la mayoría de las veces le hablé en lengua cervantina.
Delante de mi estaban dos viejas. Así con desprecio. Viejas arrugadas como una nuez. Y feas. Además de feas, "mal amañadas" que diría mi madre. Vestidas como árboles de navidad y pintadas como putones verbeneros, que hay totems de los indios mucho más agradables de mirar que este par de gurruños.
Mi crueldad con estos adefesios tiene un motivo. Me escucharon hablarle al niño en castellano y la que tenía más pinta de putón le dijo a la más fea que ya estaban aquí los españoles para contagiarles el ebolá. Mis clases con Françoise dan su fruto y les entendí.
Lo primero que uno aprende de una lengua extranjera, son los tacos.  Yo no voy a ser menos...pero me los dije para mis adentros. Miré para la puerta vieja con tres capas de pintura y le contesté en inglés que era extraordinario encontrar dos viejas francesas que sabían leer o veían la tele, que pensaba que en este país no sabían, pero que veía que me equivocaba.
Una tragó saliva y a la otra se le oscureció dos tonos el Margaret Astor de las mejillas. Se fueron como rayo de tormenta. La cajera me pidió disculpas, me dijo que se sentía avergonzada y que su país era algo más que la imagen que daban esas dos viejas chochas.
Le dije que los idiotas no tienen nacionalidad, que los hay en todos lados.
Y me dijo "Mais oui, bien sûr", o lo que viene siendo un "pero claaaaro" de toda la vida.
Gabach@s...

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